«Tres centavos marcados»: Mary Elizabeth Counselman; relato y análisis.


«Tres centavos marcados»: Mary Elizabeth Counselman; relato y análisis.




«Todos coincidieron en que todo el asunto era la concepción de un cerebro retorcido,
una partida de ajedrez jugada por un loco, en la que las piezas,
en lugar de trozos tallados de marfil o ébano, eran seres humanos.»



Tres centavos marcados (The Three Marked Pennies) es un relato de terror de la escritora norteamericana Mary Elizabeth Counselman (1911-1995), publicado originalmente por Farnsworth Wright en la edición de agosto de 1934 de la revista Weird Tales; y luego reeditado por August Derleth en la antología de 1947: El lado nocturno (The Night Side). Finalmente volvería a aparecer en las colecciones: A medias en las sombras (Half in Shadow) y Legados de Weird Tales (Weird Legacies)

Tres centavos marcados, uno de los cuentos de Mary Elizabeth Counselman más reconocidos, fue también una de las historias más populares de Weird Tales, según el voto de los lectores, a pesar de haber sido publicada como relleno al final de la edición de agosto de 1934. De hecho, el cuento generó una reacción tan positiva que los lectores de la revista la mencionaron en cartas durante años. La propia Mary Elizabeth Counselman fue una de las autoras más prolíficas de Weird Tales [30 cuentos y 6 poemas en un período de dos décadas], apenas por debajo de Allison V. Harding.

Mary Elizabeth Counselman escribió Tres centavos marcados a los quince años de edad, pero recién aparecería en 1934. El cuento comienza con un misterioso mensaje adherido a los postes de la pequeña ciudad de Blankville, en el sur de los Estados Unidos, indicando que el 13 de abril entrarán en circulación tres monedas de un centavo con tres marcas distintivas: un cuadrado, un círculo y una cruz. Para el 21 de abril, aquellos que posean alguna de las monedas deberán presentarse en el períodico local para que se publiquen sus nombres. Uno de los poseedores recibirá 100.000 dólares en efectivo, otro un viaje alrededor del mundo, y el último la muerte.


«La respuesta a este enigma está en las marcas de las tres monedas: círculo, cuadrado y cruz. ¿Cuál de ellas simboliza la riqueza? ¿Cuál el viaje? ¿Cuál la muerte? La respuesta no es obvia.»


Es «curioso que nadie dudara de la autenticidad del concurso», dice la Narradora, aunque algunos piensan que podría tratarse de un truco publicitario o un elaborado experimento psicológico [la atmósfera de la Gran Depresión está fuertemente presente aquí]. Lo intrigante del asunto es que no puede saberse con certeza qué simboliza cada una de las tres marcas. Equivocarse en esa interpretación, según los parámetros del concurso, puede ser fatal.

Entre las muchas teorías que circulan en el pueblo, alguien propone que la «cruz» podría representar una tumba, y cuando esa teoría se difunde «el centavo marcado con una cruz comenzó a cambiar de manos con creciente rapidez». Otros suponen que «el círculo representa el globo terráqueo»; por lo tanto, ésa sería la moneda del viaje, pero están quienes especulan que el círculo significa dinero porque «tiene forma de moneda».

La mayoría de los que reciben alguna de las monedas marcadas [en el vuelto de las compras, en una máquina tragamonedas, en una caja registradora] se jactan públicamente, pero después se la pasan subrepticiamente a alguien más, incluso la dejan caer en las latas de los mendigos, argumentanto luego que se les cayó del bolsillo.

Tres centavos marcados suele ser considerado como un relato modernista donde «los símbolos no significan lo que parecen», pero Mary Elizabeth Counselman parece desafiar esa categorización, incorporando elementos más crudos, como el gótico sureño, dentro de un estilo muy sencillo y directo. La premisa de la historia cuestiona la confiabilidad del lenguaje escrito y el consenso de una comunidad a la hora de determinar el significado de una serie de símbolos elementales.

A simple vista, Tres centavos marcados despliega un experimento sociológico macabro, sin embargo, lo más interesante de la historia no tiene que ver con el «concurso» en sí, tampoco con sus consecuencias, sino con el aporte de los sesgos interpretativos de las personas del pueblo. Todos ven las mismas monedas marcadas [con el Círculo, el Cuadrado y la Cruz], pero todos las interpretan de acuerdo a sus propias ideas preexistentes. Nadie se muestra incapaz de resolver el misterio; por el contrario, todos confían en su capacidad para decodificar el mensaje, aunque al aproximarse la fecha de cierre esa confianza que se ve socavada por el miedo, que a su vez proviene de la separación fundamental entre el lenguaje y la realidad. Todos pueden «leer» los tres símbolos, incluso los niños saben qué es un Círculo, un Cuadrado y una Cruz, pero su significado está más allá de las interpretaciones convencionales.

Esta inocente representación de tres monedas marcadas que circulan en una pequeña comunidad es una verdadera hazaña para una escritora adolescente. El misterio genera una gran tensión, es estresante, pero su ejecución es simple y eficiente. Además, Mary Elizabeth Counselman consigue otro logro infrecuente en el pulp: personajes de carne y hueso, con luces y sombras, alejados de los estereotipos. Ninguno asume un rol predeterminado por su género, raza o estatus social. De hecho, todos actúan con el mismo desconcierto [del lector], con la misma incapacidad para decodificar el mensaje. Algunos años después veremos una variante más refinada de todo este conglomerado de virtudes [con un concurso incluido] en el cuento de Shirley Jackson: La lotería (The Lotery).

El giro final de Tres centavos marcados es imprevisto. El concurso concluye en tiempo y forma: los «premios» son exactamente los mismos que fueron anunciados en el folleto, y su distribución se realiza con rapidez; sin embargo, el significado de los símbolos resulta ser tan lógico como desconcertante. En este punto desafiamos a los lectores de El Espejo Gótico a dar una respuesta honesta al final de la lectura del cuento. ¿Cuáles fueron sus conjeturas preliminares sobre los símbolos, particularmente el de la muerte, en contraste con el significado que, al final, le atribuye el diabólico organizador del concurso?




Tres centavos marcados.
The Three Marked Pennies, Mary Elizabeth Counselman (1911-1995)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)


Todos estuvieron de acuerdo, una vez terminado, en que todo el asunto era la concepción de un cerebro retorcido, una partida de ajedrez jugada por un loco, en la que las piezas, en lugar de trozos tallados de marfil o ébano, eran seres humanos.

Era curioso que nadie dudara de la autenticidad del «concurso». El público nunca parece haberlo considerado, ni por un momento, como la jugada de un bromista, o incluso un truco publicitario. Jeff Haverty, editor del News, propuso la teoría de que el asunto estaba destinado a ser un astuto y elaborado experimento psicológico que terminaría con la revelación de la identidad del creador y una gran risa para todos.

Tal vez fue la manera glamorosa del anuncio lo que dio al asunto un interés tan generalizado. Blankville (como llamaré a la ciudad sureña de unos 30.000 habitantes en la que ocurrió el asunto) se despertó una mañana de abril para encontrar todos sus árboles, postes telefónicos, casas y escaparates cubiertos con un extraño cartel. Había decenas de ellos, escritos en papel amarillo y en una máquina de escribir corriente. El cartel decía:

«Durante este día 13 de abril, tres monedas de un centavo llegarán a los bolsillos de esta ciudad. En cada centavo habrá una marca bien definida. Una es un cuadrado, otra es un círculo y la otra es una cruz. Estos tres centavos cambiarán de manos con frecuencia, como sucede con todas las monedas, y el séptimo día después de este anuncio (21 de abril), el poseedor de cada centavo marcado recibirá un regalo.

«Al primero: 100.000 dólares en efectivo.

«Al segundo: Un viaje alrededor del mundo.

«Al tercero: la muerte.

«La respuesta a este enigma está en las marcas de las tres monedas: círculo, cuadrado y cruz. ¿Cuál de ellas simboliza la riqueza? ¿Cuál el viaje? ¿Cuál la muerte? La respuesta no es obvia.

«Al que encuentre y obtenga el primer centavo, se le enviarán sin demora los 100.000 dólares. Al que tenga el segundo se le regalará un boleto de primera clase para el primer vapor de gira mundial que zarpe. Al poseedor de la tercera moneda marcada se le dará muerte. Si tienes miedo de que tu centavo sea el tercero, regálalo, ¡pero puede ser el primero o el segundo!

«Muestre su centavo marcado al editor del News el 21 de abril, indicando su nombre y dirección. No sabrá nada de este concurso hasta que lea uno de estos carteles. Se le solicita que publique los nombres de los tres poseedores de las monedas del 21 de abril, con la marca del centavo que contiene cada una.

«No servirá de nada marcar una moneda propia, ya que las fechas de las monedas verdaderas se enviarán al editor Haverty.»


Al mediodía todos habían leído el aviso y la ciudad hervía de emoción. Los empleados comenzaron a examinar el contenido de las cajas registradora. Las manos se metieron en bolsillos y carteras. Las tiendas y los bancos se vieron inundados de clientes que querían cambiar plata por cobre.

Jefff Haverty fue el blanco de una avalancha de preguntas, y su edición vespertina apareció con un extenso editorial que incorporaba todo lo que sabía sobre el misterio, que era exactamente nada.

Esa mañana había llegado una nota con el resto de su correo, una nota sin firmar y escrita a máquina en el mismo papel amarillo, en un sobre sencillo, sellado con el matasellos de esa ciudad. Decía simplemente: «Círculo: 1920. Cuadrado: 1909. Cruz: 1928. Por favor, no revele estas fechas hasta después del 21 de abril.»

Haverty cumplió con la solicitud y exaltó la historia al máximo.

El primer centavo lo encontró un niño pequeño en la calla. Rápidamente se lo llevó a su padre. Este, a su vez, se lo entregó a su barbero, quien se lo dio en el vuelto a un cliente antes de notar el profundo corte transversal en la superficie de la moneda.

El patrón se lo llevó a su mujer, quien inmediatamente pagó con él al tendero. «¡Es una posibilidad demasiado remota, cariño!», silenció este último las protestas de su esposa. «No me gusta la idea de esa amenaza de muerte en el aviso… y éste ciertamente debe ser el tercer centavo. ¿Qué más podría representar esa pequeña cruz? Cruz significa tumba. ¿No lo ves?»

Y cuando esa explicación se difundió, el centavo marcado con una cruz comenzó a cambiar de manos con creciente rapidez.

Los otros dos centavos surgieron antes del anochecer: uno marcado con un pequeño cuadrado perfecto, el otro con un círculo limpio.

El centavo marcado con un cuadrado fue descubierto en una máquina tragamonedas por el propietario del Busy Bee Café. «No había manera de que hubiera llegado allí», informó, desconcertado y un poco asustado. Sólo cuatro personas, todos antiguos clientes, habían estado en el café ese día. Y ninguno había estado cerca de la máquina tragamonedas, situada en la parte trasera del lugar y llena de chicle rancio que, a simple vista, no valía ni un centavo. Además, el propietario había examinado la cosa la noche anterior en busca de una moneda casual y la había dejado vacía cuando la cerró; sin embargo, el centavo marcado con un cuadrado estaba en la máquina tragamonedas a la hora de cerrar el 15 de abril.

Había contemplado la moneda durante mucho tiempo antes de entregársela a una solterona anciana.

—No vale la pena —murmuró para sí mismo —. Tengo un restaurante que me hace ganar la vida, y no tengo ninguna prisa por morir ante la vaga posibilidad de ganar esos cien mil o ese viaje. ¡No, señor!

La solterona echó un vistazo a la moneda marcada, emitió un breve chillido parecido al de un ratón y la arrojó a la alcantarilla como si fuera una tarántula.

—¡Mi tierra! —tembló—. ¡No quiero esa cosa en mi bolsillo!

El centavo marcado con un círculo fue notado por primera vez en una pila de monedas por un cajero del Farmer's Trust.

—Recibimos monedas marcadas de vez en cuando —dijo—. No noté esta en particular; puede que haya estado aquí durante días.

Se la guardó alegremente en el bolsillo, pero a la mañana siguiente descubrió, con una punzada de consternación, que se la había pasado a alguien sin darse cuenta.

—¡Quería quedármela! —suspiró—. ¡Para bien o para mal!

Miró con furia los fajos de dinero de otra persona que tenía delante y se preguntó furtivamente cuántos cajeros se quedaron alguna vez con bienes robados.

Un vendedor de frutas había recibido el centavo. Lo miró dubitativamente.

—Tal vez me traigas fortuna, ¿eh? —se lo mostró a su gorda y grasienta esposa, quien le hizo la señal de los cuernos contra el mal de ojo.

—¡Tíralo! —ordenó estridentemente. ¡Trae mala suerte!

Su cónyuge se encogió de hombros y lanzó la moneda marcada con un círculo al otro lado de la calle. Un niño harapiento se abalanzó sobre ella y se alejó corriendo para comprar regaliz. La moneda marcada con un círculo cambió de manos una vez más: aferrada por dedos avariciosos, contemplada por ojos hartos de escenas familiares, abandonada nuevamente por el poder del miedo.

Aquellos que tuvieron brevemente posesión de las tres monedas se sintieron preocupados por el tira y afloja de consejos contradictorios.

—¡Quédatelo! —instaban algunos—. ¡Piensa! ¡Puede significar un viaje alrededor del mundo! ¡París! ¡Londres! Oh, ¿por qué no pude haberlo conseguido?

—¡Regálaselo a alguien! —advirtieron otros—. Tal vez sea el tercer centavo, no se puede saber. ¡Tal vez los símbolos no significan lo que parecen, y el cuadrado es el centavo de la muerte! Si fuera tú, lo tiraría a la basura.

—¡No, no! —gritaron otros—. ¡Guárdalo!. Puede que ganes los cien mil dólares. ¡Cien mil dólares! ¡En estos tiempos! ¡Vaya, amigo, serías igual que un millonario!

El significado de los tres símbolos estaba en boca de todos y ninguno estaba de acuerdo con la solución del enigma de su vecino.

—Es tan claro como la nariz de mi cara —declararía un hombre—. El círculo representa el globo terráqueo: el centavo del viaje.

—No, no. La cruz significa eso. Cruzar los mares, ¿no lo entiendes? Una especie de juego de palabras. El círculo significa dinero, tiene forma de moneda, ¿entiendes?

—¿Y el cuadrado?

—Una tumba. Un cuadrado para un ataúd, ¿ves? Muerte. Es bastante simple. ¡Ojalá pudiera conseguir ese círculo!

Pero esa noche soñó con puertos extranjeros, con gente parloteando con una lengua quebradiza, con aletas de barracuda cortando la superficie de aguas de un azul profundo y con las ruinas de ciudades antiguas.

Un trabajador negro recogió el centavo a la mañana siguiente y se pasó el día pensando en él, soñando con Harlem, antes de sucumbir finalmente al miedo que lo corroía. Y la moneda marcada con un cuadrado volvió a cambiar de manos.

—¡Estás loco! La cruz es para la muerte, todo el mundo lo dice. Y créeme, ¡todo el mundo se deshace de ella tan pronto como la recibe! Puede que sea una broma de algún tipo... no representa ningún peligro, pero no me gustaría ser el dueño de eso. ¡Un centavo marcado con una cruz cuando llegue el 21 de abril! Lo guardaría y esperaría hasta que los otros dos hubieran recibido lo que les correspondía. Luego, si el mío resultara ser el equivocado, ¡lo tiraría! —dijo un hombre de manera importante.

—Pero no pagará hasta que haya contabilizado los tres centavos —respondió otro—. Y tal vez la oferta no sea válida después del 21 de abril. Usted estaría perdiendo los cien mil o una gira mundial solo porque tiene miedo.

—Hay mucho en juego, hombre —murmuró otro—. Pero, francamente, no me gustaría correr el riesgo.

Todos designaban al desconocido autor del concurso como «Él», aunque, por supuesto, no había más pistas sobre su sexo que sobre su identidad.

—Debe ser rico —decían algunos—, para ofrecer premios tan caros.

—¡Y loco! —estallaron otros—. Amenazar con matar… ¡Nunca se saldrá con la suya!

—Pero fue inteligente —admitieron muchos—, pensó en todo el asunto. Conoce la naturaleza humana, sea quien sea. Me inclino a estar de acuerdo con Haverty: es una especie de experimento psicológico. Está tratando de ver si el deseo de viajar o la codicia por el dinero son más fuertes que el miedo a la muerte.

—¿Crees que piensa pagar?

—¡Eso aún está por verse!

Al sexto día, Blankville había alcanzado un grado de excitación que casi llegaba a la histeria. Nadie podría dejar de pensar en el resultado de la extraña prueba del día siguiente.

Se sabía que el repartidor de una tienda de comestibles tenía la moneda marcada con un cuadrado, porque había estado alardeando de su indiferencia sobre si el cuadrado representaba o no una tumba abierta. Exhibió el centavo abiertamente, haciendo bromas sobre lo que pensaba hacer con sus cien mil dólares, pero al llegar el último día perdió el temple. Al ver a una mendiga ciega acurrucada en su rincón favorito, entre dos tiendas, pasó cerca de ella y subrepticiamente dejó caer el centavo en su caja de lápices.

—¡Lo tenía! —le gritó a un amigo después de llegar a la tienda de comestibles—. ¡Lo tenía aquí en mi bolsillo anoche y ya no está! Mira, tengo un agujero en la maldita cosa: ¡se debe haber caído!

También se supo quién tenía el centavo marcado con un círculo. Un joven dependiente de la tienda de refrescos, con esa especie de sonrisa dispuesta que a los clientes les gusta ver frente a un mostrador de mármol. Descubrió la moneda y la sacó de la caja registradora, exultante por su buena suerte.

—Bud Skinner tiene el centavo del círculo —se decían unos a otros, oscilando entre la ansiedad y la alegría—. Espero que el chico haga esa gira mundial. Parece disfrutar tanto de la vida; ¡Es un pecado tener que quedarse atrapado en este pueblo!

Finalmente se supo quién sostenía el centavo marcado con una cruz.

—Carlton... ¡pobre diablo! —murmuraba la gente—: La muerte sería una bendición para él. Me sorprende que no se haya pegado un tiro antes de esto. Supongo que simplemente no tiene el valor.

El hombre del centavo con la cruz sonrió amargamente.

—¡Espero que este maldito símbolo signifique lo que todos creen que significa! —le confió a un amigo.

Por fin llegó el día tan esperado. Una multitud se formó en la calle frente a la oficina del periódico para ver a los tres poseedores de las tres monedas marcadas ante Haverty, para que este publicara sus nombres. El editor se reunió con el trío en la acera fuera del edificio, para que todos pudieran verlos.

La edición nocturna publicó las fotografías de las tres personas, con el nombre, la dirección y la marca en el centavo de cada una debajo de cada imagen. Blankville leyó y contuvo la respiración.

La mañana del 22 de abril, la anciana mendiga ciega estaba sentada en su lugar de costumbre, reflexionando sobre la emoción del día anterior, cuando varias personas la habían conducido (lo supo por el olor a pescado del mercado de enfrente) hasta el oficina del periódico. Allí, alguien le había preguntado su nombre y muchas otras cosas que la habían desconcertado hasta casi romper a llorar.

—¡Déjenme sola! —había gemido—. Sólo pido comida suficiente para no morir de hambre y un lugar para dormir. ¿Por qué me empujan así? ¿Por qué me gritan? ¡Déjenme volver a mi rincón! No me gusta toda esta confusión que no puedo ver... ¡Me asusta!

Luego le habían contado algo sobre un centavo marcado que habían encontrado en su caja de limosnas, y otras cosas sobre una gran suma de dinero y algún peligro inminente que la amenazaba. Se alegró cuando la llevaron de regreso a su rincón entre las tiendas.

Ahora, mientras estaba sentada en su lugar habitual, asintiendo cómodamente y tarareando en voz baja, un papel revoloteó hasta su regazo. Palpó, supo que era un sobre y llamó a un transeúnte a su lado.

—Ábrame esto, ¿quiere? —preguntó—. ¿Es una carta? Léala para mí.

El espectador abrió el sobre y frunció el ceño.

—Es una nota —dijo—. Mecanografiada y sin firma. Diablos, simplemente dice: «Los cuatro rincones de la tierra son exactamente iguales». ¡Mire! Vaya. Lo lamento, olvidé que usted es… ¡Es un billete de barco para una gira mundial! Mire, ¿no tenía uno de los centavos marcados?

La ciega asintió, adormecida.

—Sí, con el cuadrado, dijeron —ella suspiró débilmente—. Tenía la esperanza de recibir el dinero, o… lo otro, para no tener que volver a mendigar.

—Bueno, aquí tiene su billete —el espectador se lo tendió con incertidumbre—. ¿No lo desea? —ya que la mendiga no hizo ningún movimiento para tomarlo.

—No —espetó la ciega—. ¿De qué me serviría?

Agarró el billete con repentina rabia y lo rompió en pedazos.

Casi a la misma hora, Kenneth Carlton recibía del cartero un grueso sobre. Frunció el ceño mientras entrecerraba los ojos para ver el matasellos local. Su amigo, Evans, estaba a su lado, más pálido que Carlton.

—¡Ábrelo, ábrelo! —instó—. Léelo, no, no lo abras, Ken. ¡Tengo miedo! Después de todo… es un camino terrible a seguir. Sin saber de dónde viene el golpe, y…

Carlton emitió una risa macabra y abrió el pesado sobre.

—Es lo mejor que me ha sucedido en años, Jim. ¡Me alegro! Me alegro, Jim, ¿me oyes? Será rápido, e indoloro… ¿Qué es esto? —se preguntó—. ¿Un tratado sobre cómo volarte la cabeza?

Sacudió el contenido de la carta sobre una mesa y luego, después de un momento, comenzó a reír horriblemente.

Su amigo se quedó mirando el fajo de billetes crujientes, todos de mayor denominación.

—¡El dinero! ¡Los cien mil, Ken! No puedo creerlo...

Se interrumpió para tomar un trozo de papel amarillo entre los billetes.

—«La riqueza es la mayor cruz que un hombre puede soportar» —leyó en voz alta las palabras escritas a máquina—. No tiene sentido... ¿riqueza? Entonces... ¿la cruz significa riqueza? No lo entiendo.

La risa de Carlton se quebró.

—Sea quien sea, bonita ironía, Jim: la riqueza es una carga en lugar de la bendición que la mayoría de la gente considera. Supongo que tiene razón en eso. Pero me pregunto si conoce la parte realmente irónica. Cien mil dólares para un hombre con... cáncer. Bueno, Jim, tengo un mes o menos para gastarlo... ¡un maldito mes más para sufrir antes de que todo termine!

Su terrible risa volvió a surgir, hasta que su amigo tuvo que taparse los oídos con las manos para acallar el sonido.

Pero la parte más extraña de todo el asunto fue la muerte de Bud Skinner. Justo después del mediodía encontró un pequeño paquete dirigido a él en el mostrador trasero de la farmacia. Con entusiasmo arrancó el envoltorio de papel marrón, mientras una docena de amigos se agolpaban a su alrededor.

Lo que encontró fue una caja de plata curiosamente labrada. Presionó el pestillo con dedos temblorosos y abrió la tapa. Un instante después, su rostro adoptó una expresión extraña y se deslizó silenciosamente hasta el suelo de la farmacia.

La investigación policial que siguió no encontró nada sobrenatural, excepto que el joven Skinner había sido envenenado con crotalina (veneno de serpiente) administrada mediante un pinchazo en el pulgar cuando presionaba el cierre de la pequeña caja plateada. Esto y la nota mecanografiada en la caja que de otro modo estaría vacía:

«La vida termina donde comenzó, en ninguna parte.»

Esto fue todo lo que se encontró como explicación de la muerte del empleado. Tampoco salió a la luz nada más sobre la misteriosa contienda de los tres centavos marcados. Centavos que, probablemente, todavía estén en circulación en algún lugar de los Estados Unidos.

Mary Elizabeth Counselman (1911-1995)

(Traducido al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)




Relatos góticos. I Relatos de Mary Elizabeth Counselman.


Más literatura gótica:
El análisis, traducción al español y resumen del cuento de Mary Elizabeth Counselman: Tres centavos marcados (The Three Marked Pennies), fueron realizados por El Espejo Gótico. Para su reproducción escríbenos a elespejogotico@gmail.com

Y la Muerte no tendrá dominio.


Y la Muerte no tendrá dominio.




«Aunque se pierdan los amantes, el amor no,
y la muerte no tendrá dominio



Hoy en El Espejo Gótico analizaremos el poema de Dylan Thomas (1914–1953): Y la Muerte no tendrá dominio (And Death Shall Have No Dominion), publicado originalmente en la edición de mayo de 1933 de la revista New English Weekly.

Intentaremos, como siempre, responder las preguntas: ¿de qué trata el poema?, ¿qué significa?, aunque las respuestas puedan considerarse incompatibles entre sí.


Y la Muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno
con el hombre en el viento y la luna de occidente;
cuando sus huesos queden limpios y limpios se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, el amor no;
y la Muerte no tendrá dominio.

Y la Muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando cedan los nervios,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no quebrarán.
Y la Muerte no tendrá dominio.

Y la Muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la Muerte no tendrá dominio.


Dylan Thomas escribió Y la Muerte no tendrá dominio a los diecinueve años. A comienzos de 1933, entabló amistad con Bert Trick [dieciséis años mayor], un poeta aficionado que publicó varios poemas en periódicos. En la primavera de ese año, Trick sugirió que escribieran un par de poemas sobre la inmortalidad. Los versos de Trick, que se publicaron al año siguiente, incluían la línea: «Porque la Muerte no es el fin» [For death is not the end]. En abril, Dylan Thomas escribió Y la Muerte no tendrá dominio. Trick lo convenció de buscar un editor y el poema se imprimió en mayo.

Si bien se lo considera un clásico del Modernismo, Y la Muerte no tendrá dominio se aproxima mucho más a la poesía metafísica de John Donne, particularmente a su poema: Muerte no te enorgullezcas (Death Be Not Proud). También podemos hallar vestigios del poema de Dylan Thomas en el verso pareado de H. P. Lovecraft: Y con eones extraños incluso la Muerte puede morir. En los tres casos, la Muerte, tras un inconcebible período de tiempo, ya no tendrá dominio sobre la vida.

Y la Muerte no tendrá dominio no es un poema que pueda leerse de forma pasiva. Exige, como sugiere Roland Barthes, que el lector no sea simplemente un «consumidor» del texto, sino una fuerza creativa adicional, alguien capaz de descifrar las referencias y, a partir de ese conocimiento, construir un universo propio, personal.

El poema parece aludir directa e implícitamente al discurso bíblico. La referencia al Nuevo Testamento es evidente en el título. Este tiene su fuente en las Epístolas de San Pablo a los Romanos. Allí, Pablo manifiesta que aquellos que opten por la salvación [convirtiéndose a la nueva fe] resucitarían en el Día del Juicio, y se les otorgarán nuevos cuerpos espirituales en lugar de experimentar la condenación eterna [«Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre él»]. La línea: «Tendrán estrellas en los codos y pies» implica que los muertos resucitarán para morar en el cielo. En este contexto, la palabra «estrellas» es una metonimia del cielo.

«Aunque se vuelvan locos serán cuerdos» refiere a la Primera Epístola a los Corintios, donde San Pablo sostiene que, en el Día del Juicio, lo deshonroso se volverá glorioso, lo débil se volverá poderoso, lo natural se volverá espiritual, etc. Aquí, el Orador insinúa que, después de la muerte, pasaremos de un estado incompleto [locura] a uno completo [codura]. Esta idea de transformación continúa más adelante, donde el Orador dice que aquellos que se hundan en el mar «surgirán», una imagen que hace pensar en el Sacramento del Bautismo. Luego, Dylan Thomas describe cuerpos [¿de mártires?] torturados en máquinas, «atados a una rueda», sugiriendo que, aunque el cuerpo físico puede ser desmembrado, el espíritu no puede romperse. La imagen de las cabezas que «martillean entre margaritas» parece referir a la idea de que los cadáveres proporcionan alimento a las plantas que crecen sobre ellos. Esto también resuena en las enseñanzas de San Pablo en la Primera Epístola a los Corintios, donde habla de la transformación del cadáver en un cuerpo diferente al que tenía en la tierra. Todas estas alusiones apuntan a la indestructibilidad espiritual.

La repetición del título [al principio y final de cada estrofa] establece que ése es el tema central del poema. Suena como una especie de mantra, una reafirmación de que la Muerte no dominará la vida. Dylan Thomas emplea la retórica de la fe, pero la sustancia, más que el estilo, apela a algo más.

El poema se abstiene de brindar una visión reconfortante del más allá; sólo menciona que nuestro cadáver se reincorporará al ciclo natural. En este punto podemos plantear algunas preguntas: ¿Y la Muerte no tendrá dominio es realmente un poema sobre la resurrección y la inmortalidad, o acaso versifica sobre los procesos naturales relacionados con la muerte? Y, en caso de ser así, ¿la decadencia corporal post-mortem funciona como una especie de procedimiento de «limpieza» previo al renacimiento?

Esta idea del retorno a la naturaleza tras la muerte posee otra cara, menos romántica, relacionada con la eliminación de la experiencia personal, de la individualidad, del Ser, a medida que el cuerpo físico se descompone. Si la Muerte es una plataforma hacia otra forma de vida, hacia una especie de renacimiento, la descomposición del cadáver es una instancia intermedia bastante incómoda.

La palabra «dominio» [dominion] le da impulso sonoro al poema. Sugiere la idea abstracta de «control» [o «poder», «autoridad», «jurisdicción»], pero también el concepto más tangible de «territorio» [o «reino», «país», «señorío»]. En el primer ejemplo, Dylan Thomas podría estar argumentando que, debido a que todos vamos a morir, al cruzar ese umbral la Muerte ya no tendrá «dominio» [o «poder», «autoridad», «jurisdicción»] sobre nosotros. En el segundo ejemplo, la Muerte simplemente no tiene «territorio». Toca a todos los seres vivos por igual, sin restricciones; su presencia y función son universales. No tiene «dominio» porque no necesita reinar sobre un aspecto u otro de la realidad física. Esta última es la raíz etimológica del inglés dominion; corresponde al latín medieval dominium, que significa «propiedad», «posesión». Incluso podríamos pensar que Dylan Thomas está diciéndonos que la Muerte no tendrá amo, habida cuenta que dominium proviene del latín dominus, «señor».

Entonces, ¿sobre qué la Muerte no tendrá dominio?

Es importante recordar que el tema de la versión original de 1933 era la «inmortalidad». En 1936, Dylan Thomas decidió realizar cambios importantes, y el poema que hoy conocemos es bastante diferente del original. Este tenía cuatro estrofas de diez versos cada una, en contraste con la versión final que comprende sólo tres estrofas de nueve. En el original queda claro que la idea central del poema era hablar sobre la resurrección, o al menos sobre una existencia post-mortem garantizada. El hecho de que Dylan Thomas decidiera abrir y cerrar cada estrofa con una [cuasi] cita de la epístola de San Pablo parece certificarlo. Independientemente de las controversias que aparecen dentro del poema, cada estrofa cierra aclarando que la Muerte no tendrá ningún «dominio», ya sea en términos de «control» como de dimensión «territorial».

Pero Dylan Thomas era un buen poeta, y todo buen poeta escribe en varios niveles, a veces deliberadamente contradictorios. Si Y la Muerte no tendrá dominio fuese simplemente una hermosa exposición de conceptos bíbicos, ¿dónde está la «revelación» sobre la realidad posterior a la muerte? Es decir, la creencia en una existencia espiritual. De hecho, la segunda estrofa parece negar cualquier renacimiento; y la tercera directamente habla de la transformación de un cadáver enterrado y su relación reproductiva con el mundo natural. Si hay un Dios en Y la Muerte no tendrá dominio, es la Naturaleza.

Dylan Thomas es astuto, porque cada una de las tres estrofas se centra en la Muerte desde una perspectiva diferente. Al principio, parece hablar de la resurrección del cuerpo después de la muerte, con un futuro «en el viento y la luna occidental», que puede ser en cualquier parte, incluído el Cielo [en términos de parodia de la creencia generalizada del cielo cristiano]. Tal renacimiento parece transformador: la locura será reemplazada por la cordura; los ahogados surgirán de las aguas; el amor será perpetuo, etc. En esta estrofa inicial, la vida eterna está predeterminada, y la Muerte no tendrá dominio sobre ella.

La segunda estrofa exhibe un punto de vista diferente, quizás una imagen del infierno donde no hay ninguna referencia [reconocible] a la resurrección. La tercera estrofa sí parece hablar de la vida eterna, pero en la Tierra. Se llora a los muertos y se lamenta la pérdida de placeres sencillos, como oír el canto de las gaviotas y el sonido de las «olas romper con fuerza en las orillas del mar». Las siguientes líneas no aluden a inmortalidad, a ningún ascenso al cielo, sino una forma de renacimiento natural. A medida que los cuerpos se descomponen, fertilizan el suelo donde crecen las margaritas. Este es el tipo de existencia sobre el cual la Muerte no tendrá dominio.

Dylan Thomas nunca se caracterizó por romantizar a la Muerte. De hecho, uno de sus poemas más conocidos: No entres dócil en esa buena noche (Do Not Go Gentle Into That Good Night), propone que uno no debe aceptar la muerte, y menos tranquilamente, sino que debe «rabiar contra la muerte de la luz». Da ejemplos de hombres sabios, salvajes, graves, buenos, y sugiere que no importa cómo hayan vivido sus vidas, o lo que sientan en el momento de su muerte, no deben darse por vencidos y entregarse. Esto no tiene mucho que ver con el mensaje religioso, donde la muerte debe ser bienvenida porque es una puerta de entrada a una existencia superior, más pura y cercana al Creador. Dylan Thomas desprecia las agonías pacíficas, las muertes plácidas durante el sueño, y vindica al ser humano que lucha desesperadamente por seguir respirando.

Y la Muerte no tendrá dominio intenta derribar la mortalidad mediante una serie de argumentos que no son cristianos. Dylan Thomas desarrolla la transformación de los muertos a través de imágenes estelares. Mientras que la luna en la primera estrofa implica una fase anterior en la transformación humana, la imagen del sol, que representa la fuerza dadora de vida, sugiere otra instancia en la que los muertos se oponen violentamente. Al final del escenario planteado en el poema se enfatiza cuán resilientes y decididos son los muertos una vez que se han convertido en parte del ciclo de la vida:


Y aunque ellos estén locos y muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la Muerte no tendrá dominio.


Por supuesto, la Muerte no se niega del todo: existe, pero nunca podrá vencer la fuerza vital de la naturaleza. Los muertos vuelven a la vida como margaritas que brotan del suelo. Tan poderoso es este impulso de resucitar que los muertos pueden capturar el sol antes de que se ponga [para ellos]. Y al asumir el poder del sol, los muertos se elevan por encima de él. De este modo, el sol, dador de vida, es menos poderoso en comparación con el impulso regenerativo de los muertos.

En apariencia, incluso en su ritmo sonoro, Y la Muerte no tendrá dominio parece un poema sobre la resurrección bíblica, pero en realidad es panteísmo puro, al menos en términos de tensión entre lo físico y lo espiritual. Dylan Thomas cree que hay vida en la muerte, así como muerte en la vida. Después de todo, el propósito de la vida no es preservar el cuerpo orgánico, sino darle forma a la energía que lo constituye, que a su vez proviene de una vida anterior. La muerte destruye el cuerpo, pero la energía que libera permanece constante.

Dylan Thomas parece estar escribiendo sobre una verdad científica. La Muerte no tiene dominio porque la energía no se destruye, cambia. No existe ninguna fuerza destructiva en el universo, sólo la mutación de la energía. En términos metafísicos, afines a John Donne, aquello que llamamos Muerte no es sino la devolución de la energía que el ser humano lleva dentro de sí al universo del que la recibió en primer lugar. No hay muerte excepto la del cuerpo, y poco después del final de la vida ya no hay cuerpo. Nuestra consciencia, quizás, no es más que una de las formas que asume esa energía. Todo lo que es verdaderamente vital permanece activo en el universo.

Por supuesto, la muerte es una realidad para nosotros, y una muy dolorosa, porque no podemos conceptualizar que las fuerzas que nos hacen vivir son indestructibles. No resulta particularmente reconfortante considerar que nuestra consciencia, tal como la conocemos, mutará en algo más. Por eso, la muerte es trascendental para nosotros.


Donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la Muerte no tendrá dominio.


La energía que surge de los cuerpos enterrados hace que crezcan flores sobre sus tumbas. Las margaritas y los hombres son manifestaciones del mismo espíritu. Es decir que el «dominio» de la Muerte ni siquiera es la tumba.

Dylan Thomas era un talento inusual. Escribió Y la Muerte no tendrá dominio a los diecinueve años, una hazaña que inspira envidia en aquellos que, a esa edad, pasábamos el tiempo con amigos y bebiendo cerveza. Dylan Thomas también hizo esas cosas, pero escribió este poema, mientras que yo sólo recuerdo la cerveza y los amigos. Sin embargo, a pesar de toda su madurez, el sentimiento es el de un hombre joven. De algún modo, ese desafío a la Muerte tiene una cualidad ingenua, prepotente, típica de la juventud, que se permite deleitarse en el hecho de que la Muerte puede tomar el cuerpo cuando quiera, pero no puede quebrar el espíritu.

Un par de décadas después, en 1951, Dylan Thomas escribió No entres dócil en esa buena noche. Su padre estaba agonizando y, afectado por la mortalidad de una manera muy cercana, su desafío aquí es algo diferente. En este poema, la Muerte sí tiene dominio. La única respuesta humana ante esta realidad es la rabia, la ira. Frente a la Muerte ya no queda rastro de heroísmo romántico. Sólo un grito impotente de rabia contra la silenciosa oscuridad que se avecina.

Finalmente, cuando el propio Dylan Thomas fue alcanzado por la muerte, uno de los poemas [inconclusos] que dejó fue Elegía (Elegy), una lúgubre reflexión sobre la muerte de su padre que comienza con estas líneas:


Demasiado orgulloso para morir, destrozado y ciego murió
de la manera más oscura, y no regresó,
amable aunque frío en su mezquino orgullo.


No hay aquí ningún vestigio de desafío, de rabia, de triunfo; sólo un sentimiento de resignación. La actitud de Dylan Thomas ante la Muerte había cambiado; y ese cambio se debe no sólo a su madurez como poeta, sino como hombre. El desafío planteado en Y la Muerte no tendrá dominio reside en su fuerza retórica, pero para alguien que ha perdido a un ser querido, esa retórica resulta vacía. La Muerte sí tiene dominio, al menos en este plano de existencia.

Podemos guardar recuerdos felices de nuestros muertos, pero están sobreescritos en una especie de palimpsesto donde, eventualmente, hasta los recuerdos más brillantes se van opacando. Sólo cuando logremos pensar en nuestros seres queridos que han fallecido sin sentir una punzada de dolor por su ausencia, entonces sí, tal vez, podremos decir que la Muerte no tiene dominio. Pero, ¿no dejaríamos entonces de ser verdaderamente humanos?

Dylan Thomas cerró Elegía con una línea conmovedora sobre su padre fallecido:


«Hasta que yo muera, él no se apartará de mi lado».


Esto fue, quizás, lo último que escribió. Desde aquí compartimos esa opinión. Uno no acepta la muerte de un padre, simplemente se aprende a vivir con su ausencia.




Dylan Thomas. I Taller gótico.


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«¡CRASH!»: Sobre ruidos paranormales intensos.


«¡CRASH!»: Sobre ruidos paranormales intensos.




Todas las casas hacen ruidos extraños. Las más antiguas son como adultos mayores que no pueden sentarse ni ponerse pie sin gruñir, gemir o crujir. La mayoría de estos ruidos extraños son de origen estructural, y el propietario aprende a reconocerlos a lo largo de los años. Otros, en cambio, están asociados a la persencia de intrusos de otro plano.

Uno de los «ruidos extraños» vinculado a las 8 fases de la actividad Poltergeist podría describirse como una especie de estallido, como si una ventana estallara en mil pedazos o todas las ollas y cacerolas de la cocina cayeran al suelo al mismo tiempo. Es un sonido estridente, repentino, un ¡CRASH! que no puede confundirse con los ruidos habituales que emite una casa [ver: Señales de que hay un espíritu en tu casa]

En el Poltergeist de Rosenheim se oyó un fuerte estruendo en las escaleras que llevaban a las habitaciones superiores. Los investigadores lo describen como si una olla fuera arrojada violentamente al suelo. Los perros se asustaron y todas las personas presentes lo escucharon con claridad. Se revisó cada habitación, incluso el exterior de la casa, y no se pudo encontrar la fuente. Los residentes comentaron que esa fue la quinta vez que lo escucharon en los últimos meses, pero no en las escaleras. Normalmente, el ¡CRASH! parecía provenir del baño principal, pero nunca se encontró ningún objeto caído o algo fuera de lugar.

¿Qué es exactamente este estruendo repentino que oyen las personas que viven en lugares con actividad paranormal? Uno de los principales parapsicólogos del siglo XX, Nandor Fodor, examinó este fenómeno acústico recurrente y concluyó que el ¡CRASH! se produce cuando una entidad espiritual cruza la frontera que separa el plano astral del mundo de los vivos.

En el libro: Gente embrujada (Haunted People), Fodor comenta que este sonido estridente, como de ollas y sartenes golpeándose brevemente, a menudo va acompañado del sonido de pasos que se alejan [ver: Pasos, golpes, objetos que caen y otros ruidos inexplicables]. En este modelo, el ¡CRASH! que escuchan las personas de la casa está relacionado con objetos del plano físico que de alguna manera interactúan con entidades espirituales.

Ahora bien, cuando una de estas entidades cruza la «frontera» [siempre dentro del modelo propuesto por Nandor Fodor], quedan restringidos a un área cerrada, y durante los meses siguientes entran en un estado de ensueño en el que reviven ciertos momentos de su vida cargados de emociones [ver: ¿Los fantasmas saben que están muertos?]. Por lo general, cuestiones como una pelea, un accidente, un crimen o una situación trumática se relacionan con el motivo por el que cruzan la frontera en primer lugar. Por esta razón, este tipo de manifestaciones son repetitivas, como si la entidad estuviera repitendo un patrón de comportamiento a intervarlos regulares. El ¡CRASH! que se produce al entrar en nuestro plano vuelve a repetirse cuando lo abandonan.

Otros parapsicólogos sostienen que el desarrollo de estas escenas no tiene nada que ver con entidades condicionadas a repetir su trauma original, sino energías residuales que fueron almacenadas en la casa y liberadas repentinamente, lo cual produciría este característico ruido fuerte [ver: Teoría de la Cinta de Piedra]. Muchos de estos bucles no son sólo el espíritu en sí, sino ecos de conversaciones y acciones que ocurrieron en la casa. Los ruidos fuertes suceden mientras el bucle está desarrollándose [ver: ¿Los fantasmas son «grabaciones» impresas en la realidad?]

Sin embargo, la opinión generalizada sostiene que la mayoría de los eventos traumáticos que un espíritu [no su energía residual] revive en determinadas circunstancias incluye sonidos violentos. En este contexto, el ¡CRASH! puede escucharse en varias partes de la casa, o sólo en una. Nandor Fodor afirma que lo primero es típico en situaciones de abuso doméstico, donde la violencia ocurre en toda casa; mientras que lo opuesto sería un evento traumático singular, como un suicidio o un asesinato, donde los ruidos fuertes están localizados en el área del trauma.

En otros casos Poltergeist, el ¡CRASH! se produce como consecuencia de la actividad telequinética, principalmente cuando un objeto de la casa desaparece sin dejar rastro, y reaparece algunos días después en un sitio inesperado [ver: ¿Por qué las cosas se pierden en tu casa?]. El ruido, como en los ejemplos anteriores, es excepcionalmente fuerte y muy breve, como si todas las ollas y sartenes cayeran simultáneamente en medio del silencio de la noche.

El ¡CRASH! puede ser explicado, en algunos casos, como una manifestación del síndrome de la cabeza explosiva [exploding head syndrome], básicamente un fuerte estampido que se escucha justo cuando la persona está por quedarse dormida. Estas experiencias producen mucho miedo, pero no son dolorosas, y el sonido parece provenir de la propia cabeza de la persona. Es un trastorno raro del sueño y nadie sabe exactamente qué lo causa, aunque podría tener alguna relación con el estrés. En el ¡CRASH! asociado a la actividad Poltergeist, los ruidos también se oyen durante el día, cuando la persona está despierta, y en algunos casos registrados fueron oídos por varias personas a la vez.

En general, estos sonidos no están asociados a entidades nocivas y menos aún a la actividad demoníaca. En la tradición folklórica, las entidades malignas hacen ruidos aterradores [o imitan la voz de tu mamá] para incitar a que te acerques a un área determinada. El ¡CRASH! del Poltergeist carece de intencionalidad: simplemente sucede en sitios donde ocurrió algo paranormal, u ocurrirá más adelante. Esta es, por supuesto, una cuestión de perspectiva. El ruido, según el matemático y parapsicólogo J. Malcolm Bird, puede llegar al presente desde el pasado o desde el futuro [ver: ¿Fantasmas o deslizamientos de tiempo?]. En un caso reportado en el libro: Mis aventuras psíquicas (My Psychic Adventures), Bird habla sobre una casa infestada espiritualmente, y conjetura que muchos de los fuertes golpes que escuchó se producirían antes o después de un evento. Por ejemplo, si el estruendo proviene desde la cocina, la persona va hasta el lugar y no encuentra nada fuera de lugar. Pasan unas horas, o días, y se encuentran todos los gabinetes abiertos y los utensilios de cocina esparcidos por el piso. Es como si descubrieras un agujero en la pared y, un par de días después, escucharas el sonido de martillazos en el mismo lugar [ver: Escucho sonidos del pasado]

Es importante mencionar que los crujidos y algunos ruidos extraños son los sonidos normales que hacen las casas. Ocurren con mayor frecuencia cuando la temperatura exterior fluctúa. Eso provoca la expansión y contracción de la madera y sus característicos estallidos. En cierto modo, una casa está acomodándose constantemente, y las personas que la habitan suelen reconocerlo fácilmente. El ¡CRASH! paranormal es diferente de este «lenguaje»; es disruptivo, estridente, y nunca se encuentran causas ni consecuencias. La mayoría, creo, hemos oído los ruidos de una casa al «acomodarse», pero esto no es como un crujido o un gemido de la madera, es un estrépito.

En el marco de la teosofía, C. W. Leadbeater sostuvo que las entidades del bajo astral habitan una dimensión muy cercana a la nuestra. No es un reino físico, pero es lo más cercano a la densidad material de nuestro plano. Allí podrías encontrar una especie de «copia» de tu casa, y seres que interactúan con las copias de los objetos que hay en ella. Según Leadbeater, las entidades del bajo astral pueden interactuar con esas copias astrales, lo cual produce un ¡CRASH! en nuestro plano. Por ejemplo, de repente escuchas el estruendo de cristales rotos proveniente de una ventana de la sala de estar, vas hasta allí y no encuentras ningún fragmento de vidrio ni nada roto, pero la «copia» de esa ventana, en el bajo astral, ha sido rota por alguna entidad intrusiva [ver: Espíritus y «ambientes cargados»]

Annie Besant comparte esta opinión, y sostiene que lo mismo ocurre con el ruido característico de muebles siendo arrastrados, como si alguien estuviera reorganizando su disposición, pero nada se ha movido en nuestro plano.

Si bien puede resultar aterrador al principio, el típico ruido sordo del ¡CRASH! no es peligroso, tampoco un signo de incremento en la actividad paranormal. Las personas que lo han experimentado suelen ser ambiguas en su descripción, pero la mayoría coincide en hablar de un tremendo estallido que parece sacudir toda la casa, proveniente desde algún lugar incierto pero cercano, ni arriba ni abajo ni desde ninguna dirección específica. Las personas buscan activamente la causa del ruido, creyendo que podría tratarse de una explosión genuina de gas o algo similar, pero nunca se encuentra nada. No es. como en el caso del síndrome de la cabeza explosiva, un ruido que se oye. El ¡CRASH! se siente con todo el cuerpo, como si fuera un boom sónico.

El psicólogo suido Carl Gustav Jung, quien vivió una curiosa experiencia paranormal junto a Sigmund Freud, comentó una experiencia similar al ¡CRASH! [ver: La experiencia de Carl Jung en una casa embrujada]. Afirma haber estado leyendo en su estudio cuando oyó un tremento estampido que lo sacudió en su silla. Asustado, recorrió la casa pero lo único fuera de lo ordinario que encontró fue una vieja fotografía enmarcada, boca abajo en medio del piso del dormitorio. Aparentemente, se había caído de su lugar en la pared, y de alguna manera «voló» más de dos metros hasta el centro de la habitación. El impacto, según Jung, fue lo suficientemente grande como para enviar una onda de choque a través de la casa, pero el cristal de la fotografía ni siquiera estaba rajado. El marco estaba intacto [ver: Libros, cuadros y portarretratos que se caen solos]

El ¡CRASH! posee algunas cualidades sonoras que lo distinguen. Durante el día no suena, por ejemplo, con el ruido seco que podría producir un saco de granos o incluso un cuerpo al caer contra el suelo, sino como algo metálico golpeando fuertemente contra un cristal o vidrio. Si arrojáramos un objeto metálico pesado contra el vidrio de una ventana nos estaríamos acercando mucho. El estruendo es brevísimo, como si se cortara antes de desarrollarse completamente. Nunca se puede encontrar la fuente, pero en la persona permanece la certeza de que ocurrió en el interior de la casa.

Por las noches, el ¡CRASH! paranormal se oye como si un enorme vidrio se hubiera caído y estallado en mil pedazos. Si hay perros en la casa también se sobresaltarán, pero los gatos parecen anticipar el fenómeno y ocultarse antes de que ocurra [ver: El comportamiento de los gatos durante la actividad paranormal]

Algunas personas asocian estos ruidos a la presencia demoníaca, más precisamente a la idea [absurda] de que un demonio «entra» en una casa como una explosión de energía; pero no hay nada en la demonología que apoye esta creencia [ver: Sobre las apariciones demoníacas]. Los demonios, en la tradición demonológica, no gritan, «susurran»; tratan de atraer a las personas. Nunca hacen entradas grandilocuentes. Por otro lado, el ¡CRASH! tiende a ocurrir durante rituales demoníacos, que son una forma de invocación; o cuando las personas juegan con la Ouija y no cierran adecuadamente el tablero, que es una forma de invitación [ver: Ouija: errores, peligros y consecuencias]

La palabra alemana poltergeist proviene de poltern, «retumbar»; y geist, «espíritu». Se lo suele traducir como «espíritu juguetón» o «espíritu ruidoso» pero en realidad debería pensarse como «espíritu retumbante»; es decir, una entidad que se manifiesta a través de ruidos fuertes, a veces golpes en las paredes y puertas, a veces a través de pasos; y en ocasiones mediante el ¡CRASH!. El Poltergeist pertenece a una categoría diferente a la de los fantasmas, ya que no son manifestaciones de humanos fallecidos. Los fantasmas y espíritus [que fueron humanos] se manifiestan de diferentes formas, el Poltergeist siempre lo hace a través de fenómenos físicos y audibles: objetos que se mueven o arrojan, golpes, pasos [ver: Loca Infesta: de la Infestación Demoníaca al Poltergeist]

Los Poltergeist son manifestaciones progresivas, y su desarrollo no siempre es detectable en sus etapas iniciales. Las personas que han experimentado actividad paranormal pueden afirmar que, mucho antes de que se volviera obvia, escucharon sonidos extraños o inexplicables; entre ellos, el ¡CRASH!. El fenómeno puede compararse con los esfuerzos de un niño de un año por usar su voz: al principio requiere tiempo antes de que pueda emitir cualquier tipo de sonido voluntario; incluso después del año el niño emite mayoritariamente sonidos inarticulados: gemidos, gorgoteos, balbuceos, hasta que por fin puede articular sus primeras palabras. El Poltergeist parece atravesar esta etapa temprana donde desarrolla su «lenguaje» [ver: Un golpe: «SÍ»; dos golpes: «NO»; tres golpes: «DÉJAME ENTRAR»]

No existe una regla común: algunos Poltergeist golpean las puertas y paredes, otros dejan marcas, otros se expresan a través de fenómenos físicos [frecuentemente destructivos]. En todos los casos, sin embargo, las etapas primarias suelen incluir un ¡CRASH!, que podría interpretarse como un grito.

Poco a poco, el Poltergeist deja de hacer sonidos extraños y espeluznantes y aprende a articular «palabras», al principio de forma aislada. En este punto, suele imitar las voces de las personas que viven en la casa. Al principio, las imitaciones son un poco burdas, pero eventualmente llegan a ser convincentes, utilizando tonos de voz e inflexiones con mucha precisión. El Poltergeist puede, por ejemplo, llamarte desde alguna otra habitación usando el nombre de otro miembro de la familia y, al ir allí, no encontrarías a nadie. De hecho, es probable que estés solo en la casa cuando ocurren estos eventos [ver: Algo me llamó por mi nombre]

Después del ¡CRASH! inicial suele haber un período de tranquilidad en el que no se percibe ninguna actividad extraña. Podrían pasar algunos meses hasta que comiences a notar «ruidos extraños». Es importante que no le brindes el reconocimiento que busca. Cada vez que hables en voz alta con alguien sobre los ruidos, sobre todo dentro de la casa, es probable que se repitan casi de inmediato. Hablar sobre el tema le da un combustible extra a la situación. La mejor forma de desactivarlo es ignorándolo y no mostrar miedo. Los Poltergeist siempre intentarán llamar tu atención, por todos los medios, pero si lo tratas simplemente como un niño que está haciendo alboroto en medio de sus juegos, esa indulgencia terminará desgastándolo.

Este fenómeno tiene un ciclo de gestación, desarrollo y manifestación. No posee energía ilimitada, necesita de tus emociones negativas, y a menudo las consigue haciéndote las cosas difíciles, asustándote. Si no obtiene ese alimento, el ciclo se agotará mucho más rápido que si consigue lo que quiere.

El primer paso es determinar si realmente estás tratando con un Poltergeist. No todos se comportan igual y pueden manifestar una variedad de fenómenos. Si la actividad es repetitiva; por ejemplo, un portazo en particular que ocurre frecuentemente, objetos que caen de un estante o una mesa, muebles que se han movido; o pasos en un determinado pasillo, con toda seguridad no se trata de un Poltergeist. Estos son mucho más aleatorios. Parecen desorganizados pero siguen un patrón de crecimiento, desarrollo y agotamiento, pero siempre comienzan con un ¡CRASH!, un sonido corto pero terriblemente expresivo, que causa más impresión en la mente del oyente que cualquier otro sonido estridente que haya escuchado antes, y que resulta imposible de borrar de su memoria.




Consultorio Paranormal. I Fenómenos paranormales.


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